Carta a la Sangha de Raphaël Doko Triet,
abad del templo Seikyuji

Desde tiempo inmemorial , las ilusiones humanas derivadas de la ignorancia, del orgullo o de la ceguera se han aglomerado en la forma corporal.

Queridos amigos,
Mencioné, en el último teisho, que cuando surge una duda, hay que hacer de ella una amiga; sentir agradecimiento por la duda que llama a nuestra puerta es el comienzo de la sabiduría.
Desde tiempo inmemorial , las ilusiones humanas derivadas de la ignorancia, del orgullo o de la ceguera se han aglomerado en la forma corporal. Sin embargo, nuestro cuerpo nacido de nuestros padres es sólo un conjunto de elementos cuya aparición y desaparición no son más que la aparición y la desaparición de estos elementos sin sustancia, sin identidad.

Cuando nuestros pensamientos dejan de encadenarse uno tras otro, y tranquilamente se desvanecen, a eso se le llama «reflexión oceánica»

Cuando nuestros pensamientos dejan de encadenarse uno tras otro, y tranquilamente se desvanecen, a eso se le llama «reflexión oceánica». Cuando la mente se libera de la duda, que es coagulación de un momento que obstruye el curso natural del del río, éste vuelve al océano. «Reflexión oceánica» significa reflexión que abarca el universo entero.
Es lo mismo para zazen. Cuando estamos sentados en esta postura,  somos uno con todos los seres, con el tiempo y el espacio entero. Esto nos lleva a la frase de Sekito Kisen:
«En diez pies cuadrados, este anciano ilumina las formas y su esencia.»
Muy pronto volveremos a encontrarnos todos , y podremos sentarnos zafu contra zafu.

De mi alma a tu alma,. Raphaël